No prestes atención a lo que dicen cuando te insultan. Ruega a Dios que envíe a todos un ángel bueno y pacífico, y que te conceda tranquilidad en tu alma. Y cuando estés reconciliado con todos y desees el bien a todos, nada te atormentará. Nos comemos a nosotros mismos y nos destruimos psíquicamente y físicamente, nos ponemos enfermos, y eso sólo porque no hemos combatido los malos pensamientos. Y entonces es mucho más difícil volver en sí.
Las almas humanas, como los ríos y las plantas, también necesitan lluvia. La lluvia especial de Dios: fe, esperanza y amor.
La felicidad es cuando agradeces a Dios más de lo que suplicas.
Un pequeño acto de bondad es mejor que las promesas más solemnes de hacer lo imposible.
Lo más importante es no doblegarse, ser fuerte, pase lo que pase. Los momentos difíciles pasarán y tarde o temprano todo mejorará.
“¡Gracias a Dios por todo!”
Buenos días, mi querido amigo.